El financiero Numa Tempesta está a punto de iniciar un importante proyecto inmobiliario en Kazajstán. Pero cuando llega el momento de poner fin a las negociaciones con los inversores internacionales, sus abogados le informan que tendrá que cumplir una condena por fraude fiscal: no en prisión, lo que los abogados lograron evitar, sino prestando servicios sociales en un centro de acogida. Angela, que dirige el centro, se lleva el pasaporte y el teléfono móvil, y Numa se utiliza para diversas tareas de asistencia, incluido mantener limpios los baños compartidos.