Francia, 1760. Marianne recibe el encargo de pintar el retrato de boda de Héloïse, una joven que acaba de salir del convento. Debido a que es una novia reacia, Marianne llega disfrazada de compañía, observando a Héloïse durante el día y pintándola en secreto por la noche. A medida que las dos mujeres se acercan, crece su intimidad y atracción, mientras comparten los primeros y últimos momentos de libertad de Héloise antes de su inminente matrimonio. El retrato de Héloïse pronto se convierte en un acto de colaboración y un testimonio de su amor.